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La Semana Santa en Sevilla es una simbiosis entre arte, espiritualidad y pasión difícil explicar. Su origen se remonta al s. XVI en que la Iglesia, deseosa de incrementar la fe, trató de acercar al pueblo el misterio de la pasión de Jesucristo de un modo más palpable y humano. Para ello se encargó a imagineros o escultores la creación de figuras que representaran la pasión de Jesucristo, con tal fuerza patética que hicieran comprender al pueblo el dolor y la resignación que sintió Jesucristo y su madre la Virgen en los momentos de la pasión
Los más insignes imagineros del barroco elaboraron estas tallas de madera policromada, donde las figuras, vestidas con telas y frecuentemente con cabellos de seda, ofrecían tal realismo, que impresionaba su contemplación.
Las procesiones, cargadas sobre los hombros de costaleros desfilarían por la ciudad, dando la impresión que realmente la Virgen llorando, o Jesucristo con la Cruz a hombros, caminaban entre la muchedumbre. Y el efecto se consiguió, y esta celebración religiosa del s. XVI sigue llevando al éxtasis a un pueblo que se deja llevar como hace siglos por esta exaltación de los sentidos.
Las cofradías son agrupaciones religiosas de ciudadanos pertenecientes a una parroquia, cuya iglesia alberga las imágenes que saldrán en procesión. Los hermanos o miembros se ocupan de todo lo relativo a estas procesiones durante todo el año.
Cada cofradía suele tener dos pasos, normalmente el primero representará a Jesucristo en la Cruz o en otra escena de su Pasión. En cualquier caso se trata de escenas transcurridas entre los momentos de oración en el "Huerto de los Olivos" hasta su muerte. El segundo paso representa a la Virgen, como madre que sufre por su hijo.
Los hermanos" llevan con honor el cargo de salir como nazareno con sandalias o descalzos, vestidos con túnica larga y antifaz en forma de capirote, portando un cirio o bien como penitente cargando una pesada cruz de madera. Otro honor es salir en Semana Santa de costalero compartiendo con otros la carga del paso sobre los hombros. Esta tradición tan arraigada tiene un merito singular, pues un sólo costalero puede llegar a soportar un peso de hasta 100 Kg.
Sevilla tiene unas 52 cofradías, con unos 100 pasos, que desfilarán entre el Domingo de Ramos y el Domingo de Resurrección, incluyendo la madrugada entre el Jueves y Viernes. Cada paso desfilará un día de la Semana Santa, saliendo de su parroquia, pasando por el "recorrido oficial" (el recorrido que todos hacen por el centro de la ciudad y que incluye la Catedral) y volviendo a su Iglesia, todo ello en unas 8 horas.
Otra tradición en Semana Santa es la de la mantilla que las mujeres sevillanas lucen el Jueves y Viernes Santo indicando simbólicamente el luto por la pasión y muerte de Jesucristo. La mantilla es un velo de blonda de seda que con una peina de carey constituye un adorno de gala que la mujer española usaba desde hace siglos para eventos importantes, en lugar del sombrero que otras mujeres europeas lucieran para similares ocasiones. Esta tradición perdura aún en Sevilla, para los toros la mantilla blanca y en la Semana Santa la mantilla negra.
El visitante observará un espectáculo fuerte y contradictorio; los contrastes entre una procesión y otra, son llamativos. Pero todas tienen el punto en común de manifestar de corazón la buena fe de un pueblo alegre y folclórico, que no puede entender la espiritualidad de otro modo si no es a través de sus propias pasiones humanas. Contrasta sin duda ver a la "Virgen de la Candelaria" cruzar los "Jardines de Murillo" la noche del Martes, al son de la alegre música de los "campanilleros", cuando sus costaleros la mecen de tal forma que parece que baila; y ello justo después de haber visto a "los estudiantes", con su larga fila de penitentes cargando cruces, entrar en la Universidad, en recorrido silencioso y solemne.
Es asimismo impresionante ver, en la madrugada del Viernes, en una pequeña callejuela entre una multitud con sólo la luz de los cirios, a un Cristo cargando una Cruz. En el silencio sólo se oye el esforzado paso de los costaleros. Al mismo tiempo, por otra calle, pasan las "centurias romanas", que acompañan a la procesión de la Virgen de la Macarena , una de las más populares de Sevilla. La gente grita fascinada a la Virgen, como si de una mujer se tratase, "Macarena, guapa".
En otra pequeña plaza, abarrotada de gente morena, sale de la Iglesia, el "Cristo de los Gitanos", casi sin caber por la puerta, con difíciles maniobras de los costaleros, quizás de rodillas. Una mujer gitana, en un balcón canta una triste "saeta" que, en el más profundo y sentido flamenco, llora la pasión de Cristo. Y el cabello se eriza en este momento emocionante y humano, lleno de pasión, con el olor a incienso y cera.
Es difícil explicar todo lo que se siente durante una semana tan emotiva y fuerte a aquel que nunca lo ha visto. Es difícil explicar porqué los sevillanos son capaces de pasar tres horas de pie en medio de una muchedumbre, esperando que ese año, igual que todos los años, salga por las puertas de una iglesia una cofradía. En cualquier caso es una vivencia inolvidable para aquellos que la han vivido.
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